Asturias en el Camino


Cuenta la tradición que en los últimos años de la monarquía goda vino a establecerse en el territorio de Morcín, probablemente en Santa Eulalia, un noble godo con toda su familia. Se llamaba Gunderico Argolido, llamado por sus cualidades y buenas obras El Buen Señor, cuando llegaron a este rincón las noticias de la invasión árabe. Según la tradición, los habitantes de Morcín se reunieron bajo la presencia de El Buen Señor y decidieron enviar el mayor contingente de tropas que se pudiera para contener la invasión. Se decidió enviar a la guerra a todos los hombres que antes de salir a la lucha, capitaneados por Ascario el primogénito de El Buen Señor, hicieron el voto de erigir un nuevo templo a Santa Eulalia al pedir su amparo en la campaña de defensa de la fe. Según las Crónicas, Ascario y algunos de sus hombres fueron los pocos que se salvaron en la batalla de Guadalete, junto con el infante Don Pelayo, el obispo Urbano y otros combatientes. La mayor parte de los cronistas se limitan a contar que Don Pelayo, junto con algunos obispos y sacerdotes, varios caballeros y sus gentes, como Ascario y los suyos, empujados por los ejércitos musulmanes que avanzaban a marchas forzadas, intentaron resistir en Toledo, pero ante el convencimiento de la imposibilidad de detener la victoriosa su marcha, recogieron apresuradamente las reliquias de Jerusalén, los libros bíblicos, vasos sagrados y ornamentos, junto con las obras de los santos Isidoro, Oldefonso y Juliano, y emprendieron marcha hacia las montañas de Asturias, donde podrían resistir mejor. 
Sirvieron de guías, conductores y guardas del Arca de las Reliquias, los soldados de Morcín. Tras larga y arriesgada expedición el Arca Santa fue llevada hasta las Cuevas del Monsacro. Fue el Monsacro, pues, la primera Cámara Santa que tuvieron las reliquias después de su largo peregrinaje desde Tierra Santa, hasta que el rey Alfonso II el Casto las trasladó a la Catedral de Oviedo. Morcín pasó a ser uno de los primeros territorios con que se formó la monarquía asturiana, siendo de destacar que pasaron, desde muy pronto estos territorios, a ser feudo de los prelados ovetenses. 





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